Aunque
parezca mentira, resulta que en la Erasmus también tienes exámenes que aprobar.
Y, nótese el detalle, los exámenes no están en tu idioma, sino en esa lengua
que odias pero que a la vez te encanta y con la que llevas ya unos añitos peleándote.
Pese
a que tu alemán ha mejorado bastante en estos meses, la cosa sigue costando.
Por un lado, conoces “palabras de alto nivel”, fruto de los horribles apuntes
carentes de párrafos que te proporcionan tus bienintencionados profesores.
Sabes decir “interposición de recurso de amparo ante el Tribunal
Constitucional” pero luego no recuerdas como se dice “tenedor”. Por otro lado mejora
también tu “Umgangsprache”, o idioma informal, lo que viene siendo poder decir
“cállate la boca” de unas cuatro maneras distintas. Y además en “Dialekt”,
concretamente en “Schwäbisch” (con el acentillo típico de los alrededores de
Stuttgart). Para que os hagáis una idea, imaginaos a un alemán hablando con
acento andaluz cerrado. Pues eso.
Prueba concluyente: aquí los párrafos están infravalorados |
Volviendo
al tema del estudio, las fiestas de siete días a la semana dejan paso (muy a tu
pesar) a más de siete días de biblioteca y caótico estudio en tu cuarto. Estar
despierta un día a las tres de la mañana intentando hacer entrar información en
tu cabeza (que encima tiende a oponer resistencia), cuando hace menos de un mes
estarías dándolo todo en una fiesta.
Fuera,
una llovizna constante a la que ya te has habituado. Ya ni abres el paraguas.
Capucha del abrigo, y listo. Grandes descubrimientos: existe la ropa térmica (y
se hace necesaria), se puede tomar helado en invierno bajo la lluvia y un rayo
de sol por la ventana puede alegrarte el día.
La susodicha tortilla, rica sí, aunque no como la de mi abuela |
Otra
de las cosas buenas de esta “semi-reclusión” es que te acerca (aún) más a los
compis de piso. Dejas de ser la Erasmus, la “Spanierin loca” con un ritmo
biológico totalmente descompensado a la que ven de tarde en tarde. Y el
surrealismo se traslada de las calles a vuestro salón:
Que
una de tus alemanas te enseñe a hacer tortilla de patatas en el horno (a prueba
de pifiazos), que en una tarde-noche de supuesto estudio te ofrezcan una
cerveza y, acabar con clases de salsa improvisadas. Reír y correr por los
pasillos. Pensar que tomar café a las cuatro de la mañana es una buena idea. Aprender
a hacer monederos reciclados con cajas de leche.
Sol desde mi ventana, pequeño gran placer |
El
estilo de vida de esta ciudad tan verde y tan alternativa engancha y vivir con
gente tan variopinta es genial. Muchos días la cocina parece el escenario de
una “sit-com”. Imagina en una cocina de tamaño medianito a siete u ocho personas (suerte que los
diecisiete no solemos cocinar a la vez) cada uno cocinando lo suyo y moviéndose
y hablando mientras se intercambian ingredientes y bromas. Lo mismo hablan del
constructivismo que de la triste vida de una cebolla.
Color del cielo un mediodía cualquiera, nieve en la montaña, extraña inspiración |
Así todo se lleva mejor. Salir a respirar, (es)coger un camino diferente,
“Genieße den Tag, genieße das Leben“.