Tienes
dos meses de vacaciones por delante y en tu casa no entienden del todo por qué has
decidido quedarte buena parte de ese tiempo en Alemania. Si bien vacaciones
implica cierto vagueo y bastante fiesta, estos días han tenido bastante más que
ofrecer.
"Mohnschnecken", o lo que vienen siendo unos rollitos de canela, o la suerte de tener compis cocinillas |
Pero empecemos por el vagueo, que aquí también merece bastante la pena. En el piso, lo mismo continúas expandiendo tus habilidades culinarias (y sobretodo disfrutando de las de tus compañeros), que te entretienes viendo como tus compis cosen o hacen manualidades (e incluso con algún que otro intento fallido de aprender) .
Tomas el sol en la terraza (estás ya muy cerca de alcanzar el alma guiri ávida de sol) y ya de paso caen unas cervezas. Te acercas más a la cultura del lugar viendo con los del piso los programillas e incluso el concepto de telebasura alemana. Te empiezas a conocer los juegos de mesa alemanes y has superado la rayadura que te suponía que aquí al parchís se juegue diferente.
El mensaje casi misión imposible en España |
En
medio de tanto “alemanamizamiento”, tocaba una visita exprés a España para un
genial concierto y algún que otro necesario reencuentro. Pero tranquila, tus
conocimientos sobre la esencia alemana continúan cuando regresas a Friburgo
acompañada de una buena amiga:
Aparte
de la muy necesaria puesta al día y de casi perder el avión, descubrís juntas
el traumita de la puntualidad. A las 22:04 cierran la caja, sorry sólo cobramos hasta las 22:00. Si
el tranvía sale a y 17, da igual el carrerón que os peguéis, que éste saldrá
sin piedad pasando de vuestras caras.
Por
otra parte, y también de una manera improvisada, vas al cine o al teatro con
los del piso. Ver una obra de Schiller en alemán pone a prueba lo que creías
que eran tus conocimientos del idioma y te hace salir con la idea de la gran
oferta cultural que hay en esta ciudad. Luego te das cuenta de que posiblemente
en tu ciudad de origen también la haya, sólo que allí nunca tienes tiempo para
esas cosas.
Basilea, mucho más que una estación de paso |
Y es que en España, o cualquiera que sea tu zona de confort, cuesta más improvisar. Salir de la rutina y dejar que el surrealismo fluya. Aquí te puedes permitir decidir en un minuto aprovechar un ticket del tren y visitar Basilea. Allí, lo mismo te metes en un concierto/teatro/cosa rara en la catedral, que entras a un instituto porque el edificio te parecía tan bonito por fuera que pensabas que era un monumento o algo. (igualito a tu muy querido instituto local).