jueves, 27 de noviembre de 2014

Lust auf Reisen: München

Acariciar al león de bronce
¿Suerte o peligro de volver a Múnich?

Una de las mejores cosas que te permite el Erasmus es viajar. Y, estando en Friburgo, Múnich (München para los germanoparlantes) se vuelve un destino obligado.

Total, cinco horitas de nada en coche. Pues allá que nos fuimos. A un hostel en una habitación de 40 camas. Sí, cuarenta.  Y yo que me quejaba por vivir con 17 personas.

Pero, ya sea porque nos lo habíamos imaginado mucho peor o porque el ser humano se adapta a todo, el caso es que, pese a la indudable existencia de amenos ronquidos e interesantes aromas, el hostel estaba bastante apañado. Además, estás tan cansado cuando regresas, que terminas durmiendo del tirón. Luego te despiertas y ves un “brezel” colgado del perchero, pero eso ya es otra historia.



Por la mañana haces el típico y siempre socorrido “free tour”, que te permite conocer los imprescindibles de la ciudad. Paseando también terminas viendo las típicas curiosidades que habías visto en el archiconocido programita de “Españoles por el mundo”. Que si una cervecería con capacidad para miles de personas, que si los valientes que se dedican a hacer surf en el río, etc.

También el característico frío helador de Múnich, ese concepto de frío que descubres en Alemania (y que me temo aún me queda por descubrir del todo).

Tampoco puedes evitar las comparaciones con tu Friburgo querido. Múnich es una verdadera ciudad. Aquí sí que hay estrés, tráfico y empujones por la calle. Pero también grandes avenidas y monumentos. Una ciudad cargada de historia y cultura. En definitiva, una ciudad grande y una gran ciudad. Por lo visto la leyenda dice que si tocas una serie de estatuas allí, terminarás volviendo a la ciudad. Así que ya veremos.

Dachau,
 Una niebla cegadora

A la vuelta, visita a Dachau. Una niebla que se posa sobre el suelo y sobre los ánimos. Un frío que te cala hasta los huesos y una historia que te taladra las entrañas. Sales de allí y te puedes permitir cambiar de tema mientras te tomas un café. Por desgracia hay mucha gente que todavía hoy en día no puede hacerlo. 

Porque ese frío es su realidad.





Sin duda Dachau y Múnich eran unas visitas necesarias. Viajar es necesario, para conocer no sólo nuevos lugares, sino también nuevas experiencias. Viajando conoces también mejor a la gente, tanto para lo bueno como para lo malo. En definitiva, viajando se aprende. 

Así pues, a seguir viajando y aprendiendo.
 


domingo, 23 de noviembre de 2014

Alles gute? (und nicht nur zum Geburtstag)



Heimat ist, wo das Herz ist”, oder?
Aber wo ist mein Herz?
(al menos tengo decoración para el cuarto)
Y llega el día de tu cumpleaños. Y toca hacer balance de nuevo (Sí, a las personas nos encanta poner etiquetas a las etapas, y machacarnos con ello).

Irremediablemente piensas en todo lo que ha pasado este año. En lo vivido, en lo que ha cambiado, en quienes llegaron y, sobretodo, en quienes se fueron antes de tiempo.

La visita sorpresa de tus padres te ha pillado totalmente desprevenida y, aunque suene un poco cursi, tienes que admitir que ha sido un gran regalo.


Aunque al verles una de las primeras cosas que pensaste fuese “menos mal que ayer me dio por hacer limpieza general y tengo el piso arregladito”.

O que tus padres se empeñen en acompañarte al tranvía a las diez de la noche “porque está oscuro” y tú no puedas evitar sonreír mientras piensas que estás acostumbrada a cogerlo a las cinco de la mañana como si tal cosa.

Ante una situación así, en España te enfadarías y les tratarías de explicar que no tiene sentido, que no pueden protegerte de la oscuridad eternamente. Pero aquí te callas, y les dejas disfrutar del momento, de la apariencia de seguridad y certeza. Porque no te cuesta, porque a veces se agradece.

Home is where one starts from” (T.S Eliot)
 ¿Un punto de partida?
Tras estos días de turisteo también te das cuenta de que en Friburgo no eres una turista. Y eso lo notas cuando tus padres te empiezan a preguntar por la comida alemana o pretenden que traduzcas la carta de los bares al español (como comprenderéis mi vocabulario en alemán no suele incluir palabras como “remolacha” o “aguacate”). Empiezas a ser consciente de que vives aquí. Por eso no habías subido todavía a la catedral (bueno, puede que también por pereza) ni habías probado algunas de las recetas típicas. Porque tienes todo el tiempo del mundo, o, al menos, eso crees.







martes, 4 de noviembre de 2014

Entre el Wanderlust y la necesidad de rutina


Y, casi sin darte cuenta, has pasado el primer mes en tierras germanas; y eso significa que es hora de hacer balance.

Y el resumen de ese balance sería la palabra aprendizaje. Porque aquí aprendes muchas cosas, la mayoría de ellas a base de errores. Aprendes que si no te abrigas lo suficiente, te resfrías (sí, soy un genio). Aprendes que, si no te organizas las compras, te puedes ver un domingo con todo cerrado y la despensa vacía. Aprendes que si pierdes el tren, te quedas dos horas tirada en la estación (podría ser una bonita metáfora de la vida, ¿no os parece?). Y muchas más cosas. En definitiva, aprendes. Porque no te queda otra. Porque ya era hora.

Vistas de Friburgo desde el Schlossberg,
la caminata mereció la pena,

¿nueva metáfora?
Por su parte, la ciudad ha dejado de serte tan extraña y, aunque a veces sigas llegando tarde a los sitios (aunque quién sabe, a lo mejor un día de estos aprendes también a ser puntual), te empiezas a conocer los horarios y las conexiones de trenes. Supongo que debido nuevamente al aprendizaje de esas surrealistas y gélidas esperas en la estación.

Pero conocer la ciudad no es sinónimo de aburrimiento, sino más bien de todo lo contrario. Empiezas realmente a disfrutarla, a fijarte en los detalles, a descubrir vistas y rinconcitos preciosos. Y es que Friburgo es una de esas ciudades que tiene un je ne sais quoi que enamora.

Strasbourg, beauté à la française

Conocer la ciudad (lo cual no significa que vayas a dejar de perderte o de querer perderte) también te lleva a querer explorar nuevos lugares. Y el hecho de que Friburgo esté a media hora de Francia se convierte en la excusa perfecta. Estrasburgo y Colmar, cada una en su estilo y tamaño, han sido los lugares que, hasta ahora, he visitado de la vecina Francia. Y, como no, regreso encantada y con ganas de más. Ya hay proyecto de viaje a Múnich (München para que no nos peguen los germanoparlantes) y a ver lo que sale.

Y, mientras tanto, aquí sigo en mi Littenweiler querido, con muchas ganas de seguir conociendo mundo, con esa sensación de Wanderlust (una de mis palabras favoritas en alemán y que viene a significar algo así como deseo o ansia de viajar y explorar mundo) entremezclada con la necesidad de poner también un poco de orden y rutina en mi vida. Menuda contradicción. Mientras averiguo si ambas son compatibles, aquí dejo, por si ayuda, a Hermann Hesse:


          "Mir ist besser, zu suchen und nie zu finden,
Statt mich eng und warm an das Nahe zu binden..."

                                                      Hermann Hesse