miércoles, 8 de abril de 2015

(N)irgendwo


El estar de Erasmus implica estar entre dos mundos sin pertenecer del todo a ninguno de ellos.

Ya no estás en tu casa ni en la ciudad que te vio nacer y eso se nota. Incluso cuando estás allí de visita, sientes que no estás del todo en tu sitio. Se percibe en los sitios, se nota en la gente. No tener nada que hacer un lunes por la mañana puede resultar extraño. Todos tienen que levantarse temprano para estudiar, trabajar, en definitiva, para seguir sus rutinas. Pero tu rutina es sencillamente la ausencia de rutina. Ahora mismo estás aquí, pero ya tienes comprado tu billete. ¿Billete de vuelta?
Lluvia, vapor y velocidad (Turner)
mil caminos, mis caminos
 Cuando estás aquí en España de vacaciones no te merece la pena empezar nada nuevo, total, si te vas a quedar menos de un mes. Cuando estás en Alemania dudas entre lo provisional y lo permanente. ¿Para qué comprarte una lámpara si el próximo semestre te vas? Al lado del armario está tu gigantesca maleta, que se encarga de recordártelo cada mañana. Y esa extraña sensación de que cuando vuelvas (¿volver a dónde?) todo (incluida tú) seguirá a la vez igual y totalmente distinto.


Allí en Alemania no dejas de hablar de lo genial que es la espontaneidad y el dejarse llevar tan típico de tu tierra. Llegas aquí y cuando esperas (y desesperas) media hora un autobús sin la certeza de cuando llegará, extrañas esos horarios de tus tranvías, por muchas malas pasadas que te hayan jugado.

¿TUS tranvías alemanes? Pues sí, son TUS tranvías, y aquí TUS buses sevillanos que no llegan. También es TU Littenweiler querido y todo lo que en él hay, pero no por eso son menos tuyas TUS fiestas locales ni las torrijas de TU abuela, ni TUS amigos de siempre.

Dos sitios distintos (y los que espero que queden). Y todos son parte de TI.



Y así seguimos. Y es confuso y maravilloso.

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