domingo, 15 de marzo de 2015

El surrealismo no cierra por vacaciones


Tienes dos meses de vacaciones por delante y en tu casa no entienden del todo por qué has decidido quedarte buena parte de ese tiempo en Alemania. Si bien vacaciones implica cierto vagueo y bastante fiesta, estos días han tenido bastante más que ofrecer.

"Mohnschnecken",
o lo que vienen siendo unos rollitos de canela,
o la suerte de tener compis cocinillas 

Pero empecemos por el vagueo, que aquí también merece bastante la pena. En el piso, lo mismo continúas expandiendo tus habilidades culinarias (y sobretodo disfrutando de las de tus compañeros), que te entretienes viendo como tus compis cosen o hacen manualidades (e incluso con algún que otro intento fallido de aprender) .

Tomas el sol en la terraza (estás ya muy cerca de alcanzar el alma guiri ávida de sol) y ya de paso caen unas cervezas. Te acercas más a la cultura del lugar viendo con los del piso los programillas e incluso el concepto de telebasura alemana. Te empiezas a conocer los juegos de mesa alemanes y has superado la rayadura que te suponía que aquí al parchís se juegue diferente.





El mensaje casi misión imposible en España
En las salidas, por su parte, has descubierto algo increíble: en Alemania si pierdes el móvil en una discoteca la gente lo devuelve. Aún no sales de tu asombro, tan acostumbrada como estás a que en tu ciudad las posibilidades de recuperar un móvil perdido tiendan a ser nulas.

En medio de tanto “alemanamizamiento”, tocaba una visita exprés a España para un genial concierto y algún que otro necesario reencuentro. Pero tranquila, tus conocimientos sobre la esencia alemana continúan cuando regresas a Friburgo acompañada de una buena amiga:

Aparte de la muy necesaria puesta al día y de casi perder el avión, descubrís juntas el traumita de la puntualidad. A las 22:04 cierran la caja, sorry sólo cobramos hasta las 22:00. Si el tranvía sale a y 17, da igual el carrerón que os peguéis, que éste saldrá sin piedad pasando de vuestras caras.

Por otra parte, y también de una manera improvisada, vas al cine o al teatro con los del piso. Ver una obra de Schiller en alemán pone a prueba lo que creías que eran tus conocimientos del idioma y te hace salir con la idea de la gran oferta cultural que hay en esta ciudad. Luego te das cuenta de que posiblemente en tu ciudad de origen también la haya, sólo que allí nunca tienes tiempo para esas cosas.

Basilea,
mucho más que una estación de paso

Y es que en España, o cualquiera que sea tu zona de confort, cuesta más improvisar. Salir de la rutina y dejar que el surrealismo fluya. Aquí te puedes permitir decidir en un minuto aprovechar un ticket del tren y visitar Basilea. Allí, lo mismo te metes en un concierto/teatro/cosa rara en la catedral, que entras a un instituto porque el edificio te parecía tan bonito por fuera que pensabas que era un monumento o algo. (igualito a tu muy querido instituto local).



El caso, es que, a veces, hay que improvisar. Porque puedes descubrir grandes cosas. Nunca sabes lo que te puede esperar en el próximo tranvía. Así que sube, que nos vamos.

Les trains démarrent souvent,
au moment où l'on s'y attend le moins...

lunes, 16 de febrero de 2015

Entretiempo


Carnaval a la alemana
Y por fin se acabaron los exámenes. De hecho, acabaron ya hace un par de días, pero, como es de esperar, la prioridad ha sido recuperar el sueño y la fiesta perdidos.

Ya se acabó el estrés, los cafés y el no dormir. Y has sobrevivido. Ya no anochece a las tres de la tarde y parece que incluso haya pasado ya lo peor del frío invierno alemán. Por fin has podido poner un poco de orden en los papeles y tu cuarto vuelve a ser un lugar digno.

Por otra parte, este mes de semi-encierro ha sido bastante productivo (y no me refiero precisamente a lo académico):

El tener que estudiar te hace apreciar más las cenitas y las pequeñas charlas. El buscar excusas para hacer un pequeño/gran descanso de los libros te lleva a mejorar considerablemente tus dotes culinarias (no me atrevo aún a decirlo muy alto, pero parece que empiezo a medio saber cocinar).



Planes más o menos improvisados con los de tu piso. De ver telebasura en alemán a acabar tomando una Gemüsebrühe a horas intempestivas.

Copos de nieve desde mi ventana,
árbol de navidad
Y no hay nada como llegar a casa tras un día de examen y de frío (en todos los sentidos), y que alguna tontería de tus compañeros o una muy oportuna carta te reequilibren.

Otra de las cosas geniales por aquí en estas fechas es la nieve. Ver caer copos nieve desde mi ventana se ha vuelto algo habitual cada mañana. Los del piso no entienden tu fascinación por la nieve, pero es lo que tiene venir de una ciudad en la que la última vez que nevó tu abuela tenía tu edad. Luego recuerdas lo emocionados que suelen estar los turistas cuando visitan tu ciudad en verano y cómo se quedan enamorados del sol. Somos así, nos gusta lo distinto, lo que nos  falta, lo que no tenemos.

Los exámenes han acabado. Por delante dos meses de Semesterferien (sí, el próximo semestre no empieza por aquí hasta finales de abril). Visitas y viajes parecen buenos planes.

A seguir buscando lo mejor de cada etapa.



lunes, 19 de enero de 2015

Surrealismo de interior

 De la cerveza al café y viceversa

Aunque parezca mentira, resulta que en la Erasmus también tienes exámenes que aprobar. Y, nótese el detalle, los exámenes no están en tu idioma, sino en esa lengua que odias pero que a la vez te encanta y con la que llevas ya unos añitos peleándote.

Pese a que tu alemán ha mejorado bastante en estos meses, la cosa sigue costando. Por un lado, conoces “palabras de alto nivel”, fruto de los horribles apuntes carentes de párrafos que te proporcionan tus bienintencionados profesores. Sabes decir “interposición de recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional” pero luego no recuerdas como se dice “tenedor”. Por otro lado mejora también tu “Umgangsprache”, o idioma informal, lo que viene siendo poder decir “cállate la boca” de unas cuatro maneras distintas. Y además en “Dialekt”, concretamente en “Schwäbisch” (con el acentillo típico de los alrededores de Stuttgart). Para que os hagáis una idea, imaginaos a un alemán hablando con acento andaluz cerrado. Pues eso.

Prueba concluyente:
aquí los párrafos están infravalorados
Volviendo al tema del estudio, las fiestas de siete días a la semana dejan paso (muy a tu pesar) a más de siete días de biblioteca y caótico estudio en tu cuarto. Estar despierta un día a las tres de la mañana intentando hacer entrar información en tu cabeza (que encima tiende a oponer resistencia), cuando hace menos de un mes estarías dándolo todo en una fiesta.

Fuera, una llovizna constante a la que ya te has habituado. Ya ni abres el paraguas. Capucha del abrigo, y listo. Grandes descubrimientos: existe la ropa térmica (y se hace necesaria), se puede tomar helado en invierno bajo la lluvia y un rayo de sol por la ventana puede alegrarte el día.

La susodicha tortilla,
 rica sí,
aunque no como la de mi abuela
Otra de las cosas buenas de esta “semi-reclusión” es que te acerca (aún) más a los compis de piso. Dejas de ser la Erasmus, la “Spanierin loca” con un ritmo biológico totalmente descompensado a la que ven de tarde en tarde. Y el surrealismo se traslada de las calles a vuestro salón:

Que una de tus alemanas te enseñe a hacer tortilla de patatas en el horno (a prueba de pifiazos), que en una tarde-noche de supuesto estudio te ofrezcan una cerveza y, acabar con clases de salsa improvisadas. Reír y correr por los pasillos. Pensar que tomar café a las cuatro de la mañana es una buena idea. Aprender a hacer monederos reciclados con cajas de leche.

Sol desde mi ventana,
pequeño gran placer
El estilo de vida de esta ciudad tan verde y tan alternativa engancha y vivir con gente tan variopinta es genial. Muchos días la cocina parece el escenario de una “sit-com”. Imagina en una cocina de tamaño medianito  a siete u ocho personas (suerte que los diecisiete no solemos cocinar a la vez) cada uno cocinando lo suyo y moviéndose y hablando mientras se intercambian ingredientes y bromas. Lo mismo hablan del constructivismo que de la triste vida de una cebolla.




Color del cielo un mediodía cualquiera,
nieve en la montaña,
extraña inspiración
Así todo se lleva mejor. Salir a respirar, (es)coger un camino diferente, 
Genieße den Tag, genieße das Leben“.
  




miércoles, 7 de enero de 2015

Zurück, aber wo?


Cuando decidí empezar el blog, la idea era hablar de mi año Erasmus en Alemania. Pero es que regresar a casa y volverte a ir fuera después de unas semanas, también es parte de la Erasmus. El reencuentro con la familia y los amigos, con esas personas a las que antes veías a diario o cada fin de semana, es una parte más de la experiencia. Los sentimientos encontrados también lo son. Y, si encima a eso le sumamos las fiestas navideñas, ya os podéis imaginar.


Así que este post es un canto a las riñas y las risas, al alcohol y a los llantos, a las canciones que olvidarás al día siguiente y a las personas que recordarás siempre.

El susodicho Brezel
También a que tu familia se dedique a darte de comer por encima de tus posibilidades bajo el pretexto de “niña, aprovecha, que esto seguro que no lo hay en Alemania”. Y a que tu madre incluya unos Brezel comprados en una conocida cadena de supermercados (de cuyo nombre no quiero acordarme) en la cena de fin de año (curioso intento de fusión cultural que al principio los abuelos miraban con cierta reticencia, pero quien sabe, puede que al final se terminen enganchando, tal y como le sucedió a mi madre desde su visita a Friburgo).



Las fiestas navideñas y el cambio de año también traen el correspondiente balance.
Y es que casi todo el mundo (incluida yo) hace balance del año cuando ve que éste se acaba. Tal vez sea un poco tarde, ¿no?

Yo hago ese balance entre un 3 de enero y unas horas muertas en el aeropuerto, cuando ya se ha pasado la resaca de fin de año,  cuando ya se ha caído la purpurina. Malditos días y momentos intermedios.

Y con el cambio de año pretendemos hacer realidad esa frase de “Año Nuevo, vida nueva” Pretendemos poner el cuentakilómetros a cero, resetear nuestro disco duro. Metáforas un tanto manidas que pese a todo siguen siendo nuestro anhelo.

Por eso hacemos planes. Miles de planes. Planes de cambios. Aprender un nuevo idioma, volver a apuntarte al gimnasio, ser más organizada (bueno eso último hace ya años que dejé de proponérmelo). Cada uno tiene  los suyos. Desde el mismo instante en el que los formulamos, sabemos que no cumpliremos muchos de ellos. Pero aun así nos hacen falta. Son nuestra esperanza.

Puede que no podamos volver a ser un libro en blanco (¿acaso alguna vez lo fuimos?). Pero sí podemos escribir una nueva página. Como cualquiera al que le gusta escribir, puedo decir que una historia se marca por los inicios, pero luego avanza sola. Los personajes evolucionan. Y hay cambios, miles de cambios. Y, si os confieso un secreto, resulta que esas son las mejores historias.