Cuando decidí empezar el blog, la idea era hablar de mi año
Erasmus en Alemania. Pero es que regresar a casa y volverte a ir fuera después
de unas semanas, también es parte de la Erasmus. El reencuentro con la familia
y los amigos, con esas personas a las que antes veías a diario o cada fin de
semana, es una parte más de la experiencia. Los sentimientos encontrados
también lo son. Y, si encima a eso le sumamos las fiestas navideñas, ya os
podéis imaginar.
Así que este post es un canto a las riñas y las risas, al
alcohol y a los llantos, a las canciones que olvidarás al día siguiente y a las
personas que recordarás siempre.
El susodicho Brezel |
También a que tu familia se dedique a darte de comer por
encima de tus posibilidades bajo el pretexto de “niña, aprovecha, que esto
seguro que no lo hay en Alemania”. Y a que tu madre incluya unos Brezel
comprados en una conocida cadena de supermercados (de cuyo nombre no quiero
acordarme) en la cena de fin de año (curioso intento de fusión cultural que al
principio los abuelos miraban con cierta reticencia, pero quien sabe, puede que
al final se terminen enganchando, tal y como le sucedió a mi madre desde su
visita a Friburgo).
Las fiestas navideñas y el cambio de año también traen el correspondiente
balance.
Y es que casi todo el mundo (incluida yo) hace balance del
año cuando ve que éste se acaba. Tal vez sea un poco tarde, ¿no?
Yo hago ese balance entre un 3 de enero y unas horas muertas
en el aeropuerto, cuando ya se ha pasado la resaca de fin de año, cuando ya se ha caído la purpurina. Malditos
días y momentos intermedios.
Y con el cambio de año pretendemos hacer realidad esa frase
de “Año Nuevo, vida nueva” Pretendemos poner el cuentakilómetros a cero,
resetear nuestro disco duro. Metáforas un tanto manidas que pese a todo siguen
siendo nuestro anhelo.
Por eso hacemos planes. Miles de planes. Planes de cambios.
Aprender un nuevo idioma, volver a apuntarte al gimnasio, ser más organizada
(bueno eso último hace ya años que dejé de proponérmelo). Cada uno tiene los suyos. Desde el mismo instante en el que
los formulamos, sabemos que no cumpliremos muchos de ellos. Pero aun así nos
hacen falta. Son nuestra esperanza.
Puede que no podamos volver a ser un libro en blanco (¿acaso
alguna vez lo fuimos?). Pero sí podemos escribir una nueva página. Como
cualquiera al que le gusta escribir, puedo decir que una historia se marca por
los inicios, pero luego avanza sola. Los personajes evolucionan. Y hay cambios,
miles de cambios. Y, si os confieso un secreto, resulta que esas son las
mejores historias.
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