Y, casi sin darte cuenta, has pasado el primer mes en
tierras germanas; y eso significa que es hora de hacer balance.
Y el resumen de ese balance sería la palabra aprendizaje.
Porque aquí aprendes muchas cosas, la mayoría de ellas a base de errores.
Aprendes que si no te abrigas lo suficiente, te resfrías (sí, soy un genio).
Aprendes que, si no te organizas las compras, te puedes ver un domingo con todo
cerrado y la despensa vacía. Aprendes que si pierdes el tren, te quedas dos
horas tirada en la estación (podría ser una bonita metáfora de la vida, ¿no os
parece?). Y muchas más cosas. En definitiva, aprendes. Porque no te queda otra.
Porque ya era hora.
Vistas de Friburgo desde el Schlossberg, la caminata mereció la pena, ¿nueva metáfora? |
Pero conocer la ciudad no es sinónimo de aburrimiento, sino
más bien de todo lo contrario. Empiezas realmente a disfrutarla, a fijarte en
los detalles, a descubrir vistas y rinconcitos preciosos. Y es que Friburgo es
una de esas ciudades que tiene un je ne
sais quoi que enamora.
Strasbourg, beauté à la française
|
Y, mientras tanto, aquí sigo en mi Littenweiler querido, con muchas ganas de seguir conociendo mundo, con esa sensación de Wanderlust (una de mis palabras favoritas en alemán y que viene a significar algo así como deseo o ansia de viajar y explorar mundo) entremezclada con la necesidad de poner también un poco de orden y rutina en mi vida. Menuda contradicción. Mientras averiguo si ambas son compatibles, aquí dejo, por si ayuda, a Hermann Hesse:
"Mir ist besser, zu suchen und nie zu finden,
Statt mich eng und warm an das Nahe zu binden..."
Hermann Hesse
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