sábado, 18 de octubre de 2014

Sunshine


En esta vida existen pequeños detalles que hacen cambiar mucho las cosas. Por absurdo que parezca, ver tu nombre en el buzón (reemplazando a ese tachón sobre el nombre del anterior inquilino y ese garabato apresurado que tuviste que hacer el primer día) o recibir tu carnet de la universidad, adquieren un gran significado. Por fin empiezas a encontrarte en tu sitio. Y, para qué negarlo, tener finalmente Internet también ayuda.
El Titisee desde un barco,
menos nubes en el cielo y la cabeza
Si a eso le añades encima unos días soleados y unas cuantas fiestas, la cosa mejora notablemente.

Vivir apartada del centro y en el lado opuesto a la Stusie (residencia por excelencia de los Erasmus y centro de gran parte de las fiestas) sigue siendo cuanto menos “interesante”. Siempre tengo una buena historia que contar sobre huelgas de trenes y combinaciones absurdas de tranvías y buses. A no ser que cuente con un alma caritativa que me lleve, tardo más tiempo en llegar a los sitios del que a veces llego a pasar en ellos. 


Al menos mi bus nocturno se llama “Júpiter”, lo que no deja de ser poético.

Pero tranquilos, no todo es tan terrible en Littenweiler (así se llama mi maravilloso barrio del que muchos dudan su pertenencia a Friburgo). Las vistas son preciosas y mi residencia tiene un bar bastante animado y barato. De hecho anteayer fue la fiesta de bienvenida allí y estuvo realmente bien. Aunque empezó de una manera un tanto peculiar.

Como siempre, llegué tarde (la siesta me reclamaba) y, al entrar al salón de actos, veo que tienen preparados una especie de juegos para los “ersties” (los novatos). Y ahí que entro yo con toda mi cara de asco. La perspectiva de pasarme las siguientes dos horas atadita de las muñecas con seis desconocidos dando vueltecitas por la resi no era demasiado alentadora y, además, soy bastante contraria a ese tipo de historias.

El jueguecito era de ir por los sitios contestando preguntas y ganando puntos y el primer sitio al que nos toca ir no es otro que la capilla. Power Point promocionando sus actividades y una de las preguntas consistente en no sé qué canción religiosa (en alemán, natürlich). Mi cara de susto al oír a esas criaturillas cantando un himno en alemán no tenía precio.
Die Sonne scheint

Por suerte la siguiente parada era el bar, y los chupitos gratis y preguntas sobre la ingesta media de alcohol de los alemanes pintaban bastante mejor. Te empiezas a reír del surrealismo que te rodea y al final le medio empiezas a dar una oportunidad a esto. Y empiezas a conocer a gente muy simpática y alguna de ellas incluso hablan español porque hicieron un año de voluntariado en Sudamérica (algo muy común en Alemania, donde cuando los alumnos terminan el instituto suelen dedicar un año a hacer algo por la comunidad, a conocer mundo y a conocerse mejor ellos mismos; o al menos tienen la oportunidad de hacerlo sin que les tilden de vagos o inconscientes)

Tras el jueguecillo, fiesta hasta altas horas, con interesantes conversaciones en múltiples idiomas y una notable mejora de mi nivel de alemán (que tiende aumentar bastante en las fiestas). 


A ver qué tal sigue todo esto.

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